9/3/12

Leandro esperaba que le rompieran el culo

"Había suficientes razones para que en más de uno nacieran fuertes deseos de romperle el culo,
y sin eufemismos, eso era lo que él esperaba que le hicieran.



Nunca lo habían excitado las buenas maneras de esos afeminados con olor a perfume caro, previsoras toallitas de papel en los bolsillos y lubricaciones aromáticas.
A Leandro le gustaba ver cómo estos sórdidos machos se escupían la mano para luego ensalivarse el miembro e hincárselo por atrás;
cómo sonreían con complicidad cuando después de una larga charla y varias cervezas lograba que dos o más de ellos lo acompañaran hasta algún baldío;
cómo se desarmaban en el orgasmo diciéndole querido o guacho o hijo de puta,
 mientras le indicaban la forma exacta en que pretendía que se moviera o el ritmo de succión y los lugares precisos por donde debía transcurrir su lengua.



Todos eran iguales: les gustaba acabar en lo más profundo de la garganta
y en medio de un corcoveo brutal que la mayoría de las veces producía náuseas y, aunque Leandro trataba de evitarlo,
 le era difícil desprenderse de la presión de aquellas manos que aferraban su cabeza hasta lastimarle las orejas
 o lo tironeaban del pelo hasta lograr su cometido.



Cuando en más de una ocasión “lo pene-traban por todos lados” como el mismo decía con agridulce ironía,
se entregaba a sus suerte relajadamente, rogando que los embates varoniles no coincidieran en su ímpetu
y los orgasmos llegaran con intermitencias,
 pudiendo de esa manera saborear el exceso sin hacer peligrar su integridad física."

Dante Bertini
Fragmento de "Salvajes mimosas"

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